Muchos caminos llevan a la libertad del Ser, al encuentro con el Amado, tanto dentro como fuera de nosotros.
¿Podría alguno ser más atractivo y revolucionario que aquel que despliega el Eros, la fuerza creadora de la vida?
Su portentoso poder, unificador y gratificante, nace uno con nosotros, pero permanece encadenado por una sociedad condicionada, que niega el principio del placer.
Liberarlo es celebrar la vida, nuestro merecimiento, honrando nuestros cuerpos y nuestra naturaleza, tan gozosa como inocente.
Ponerle consciencia es naturalizar lo que está en nuestro ser, es dar luz a nuestras relaciones, a nuestra necesidad de conexión profunda, de intimidad, de mostrarnos vulnerables, para poder tocar y ser tocados.